Palabras de espiritualidad

Santa Parascheva, un llamado que Cristo nos hace

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Los fieles experimentan, entonces, un inefable consuelo proveniente del Espíritu Santo, un gozo que no podría reemplazarse con ninguna alegría de este mundo.

Cada año, el 14 de octubre, la ciudad de Iasi (Rumanía) celebra la fiesta de Santa Parascheva. Peregrinos, no sólo de todos los rincones del país sino también de otros países, visitan llenos de esperanza y agradecimiento las reliquias de la Santa, para recibir su ayuda en sus incontables problemas de esta vida efímera.

Una fila impresionante de fieles atraviesa la ciudad, cual hormiguero, hasta llegar al cofre colocado bellamente en las afueras de la Catedral Metropolitana. Se crea, así, una imagen bíblica del camino que el hombre debe seguir hasta llegar al Reino de los Cielos, como una expresión del deseo de los fieles asistentes de tocar las reliquias de una que se mora ya en el Reino de Dios, para que también ellos, después de esta vida, puedan llegar a donde ella está.

En ese camino, hasta llegar a las reliquias de Santa Parascheva, los fieles se encuentran, de hecho, con Cristo en ella, porque la Santa lo ganó ya en esta vida pasajera, al cumplir fielmente con Sus mandamientos. Los fieles experimentan, entonces, un inefable consuelo proveniente del Espíritu Santo, un gozo que no podría reemplazarse con ninguna alegría de este mundo. Sienten que, sin ese don, obtenido ya en esta vida, la muerte del alma es inminente, mas recibiéndolo se hacen herederos de la vida eterna, rica y elegida, preparada por Cristo aún desde los inicios del mundo.

De este modo, Santa Parascheva se constituye en un pedagogo para quienes, llenos de devoción, besan sus honorables reliquias. Es un pedagogo que les lleva a Cristo, único y verdadero Dios, quien les puede sanar sus enfermedades y debilidades, dirigiéndolos a su propia deificación.

Ella no acepta la pasividad de los peregrinos. Al contrario, como una dulce hermana que vive ya en el Paraíso, nos llama a actualizar su modelo de vida espiritual, porque la santidad y la santificación no excluyen, sino que implican el esfuerzo personal de purificarse.

Al mismo tiempo, los peregrinos constatan que Santa Parascheva es muy piadosa, porque hace todo por ellos, ofreciéndoles la suprema y divina fuerza de Cristo, Quien mora en ella. Sus milagros son los del inmenso amor que los santos pueden manifestar, con la ayuda de la Gracia Divina presente y activa en ella.

Cristo moró en Santa Parascheva ya desde su paso por este mundo, porque ella supo vivir como Él y en Él, siguiendo aquellas palabras del Santo Apóstol Pablo: “No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2, 20).

La vida del cristiano, en esta breve peregrinación terrenal —pero, especialmente, la del santo— es un buscar a Cristo y alcanzarle. Y, en el ocaso de esta vida, al cristiano le espera el descanso de Cristo en él y el suyo en Cristo.

(Traducido de: Binefacerile Sfintei Cuvioase Parascheva. Mărturii ale închinătorilor (2), Editura Doxologia, 2014, pp. 7-8)