Seguir a Cristo, o apartarse de Él
La coerción y la tiranía destruyen la personalidad humana. Pero es que Él no vino a destruir lo más precioso que hay en Él y en cualquier hombre. Él no desea someternos con la fuerza de Su voluntad.
«Unos lo aceptan, otros no. Esto puede que te asombre. Él podría imponerse de forma que todos lo recibieran, pero entonces no sería en nada diferente a los césares romanos y a los tiranos contemporáneos, ¿no es así? La coerción y la tiranía destruyen la personalidad humana. Pero es que Él no vino a destruir lo más precioso que hay en Él y en cualquier hombre. Él no desea someter con la fuerza de Su voluntad cualquier otra voluntad. Lo que Él quiere es, con Su bondad, ganarse a todos los hombres para Su Reino. Él se nos revela como un pastor, un pastor extraordinario, que no golpea con el cayado a las ovejas de Su rebaño, sino que avanza delante de ellas y las llama. “Mis ovejas”, dice, “escuchan Mi voz y me siguen”. Y las ovejas que no escuchan Su voz se vuelven o se pierden en caminos errados. Tampoco entonces los hombres quisieron seguirle, tal como ahora no todos quieren hacerlo. Sobre esa división, el Evangelio dice que “la gente andaba buscándolo. Lo encontraron y trataron de que no se alejara de ellos” (Lucas 4, 42). Esto sucedía en un lugar, en tanto que en otro, “toda la gente de la comarca de los gerasenos le rogó a Jesús que se fuera” (Lucas 8, 37). Allí Él había librado a un hombre del demonio que lo sometía, perdiéndose en esto una piara de cerdos, y a la gente le importaban más los animales que aquel semejante suyo.
Así ocurrió entonces. Lo mismo sucede hoy. Los hombres son separados por Él a Su diestra y a Su siniestra, en dos grupos: los que aprecian al hombre más que a cualquier animal y riqueza, y los que aprecian más a los cerdos que a los hombres. Los primeros escuchan Su voz, la de su pastor, y la atienden, para no separarse de Él. Los otros no lo escuchan, no siguen Sus pasos y lo apartan con enfado, convencidos de que seguirle representa perjudicar sus propios intereses materiales.
¡Bienaventurados, tanto entonces como hoy, y en todos los tiempos que han de venir, los que escuchen Su voz y caminen siguiendo Sus pasos, porque han elegido el camino que lleva al Reino eterno!
(Traducido de: Episcopul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 2, Editura Sophia, Bucureşti, 2003, pp. 160-161)