Sembrar, para poder cosechar
Cuando el alma aprende la Ley de Dios y el cuerpo se somete a la sabiduría del alma, las siguientes virtudes afloran: el amor a Dios y al prójimio, la paz con todos, la mansedumbre, la simplicidad, la generosidad, la caridad, la modestia, la templanza, la pureza, la inocencia, etc.
Cuando el alma aprende la Ley de Dios y el cuerpo se somete a la sabiduría del alma, las siguientes virtudes afloran: el amor a Dios y al prójimio, la paz con todos, la mansedumbre, la simplicidad, la generosidad, la caridad, la modestia, la templanza, la pureza, la inocencia, etc. Y estas virtudes son frutos del Espíritu Santo, y se les entiende como la siembra en el Espíritu.
En esta vida, nuestras acciones son como sembrar, y la vida futura será la siega y la cosecha de lo que hayamos sembrado mientras vivíamos. Si trabajas para enriquecer el huerto de tu corazón, poniendo en él las semillas de la vida eterna, ciertamente podrás ver la siega, lo cual te dará la paz eterna. El que siembre con lágrimas de contrición, cosechará con alegría y “se saciará”, dice el profeta (Salmos 125, 5), porque después del esfuerzo de la devoción viene un agradable descanso. Quien no se esfuerce en practicar la devoción, no tendrá paz ni se sentirá saciado, porque está escrito: que el ocioso no coma.
(Traducido de: Starețul Moise de la Optina, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 200)