¡Señor, ayúdame!
A donde vayamos, no partamos sin antes persignarnos y repetir: “¡Señor, ayúdame!”.
“¡Señor, ayúdame!”. Cada vez que salgo a alguna parte o empiezo algo, digo: “¡Señor, ayúdame!”. Y siempre me salen bien las cosas. Dios me ayuda en todo. Sin Él no podríamos hacer nada. Cada vez que he pedido Su auxilio, lo he recibido y lo he sentido. Así, a donde vayamos, no partamos sin antes persignarnos y repetir: “¡Señor, ayúdame!”. ¡La Gracia de Dios se nos revelará entonces, y nos otorgará lo que le pedimos!
Sí, el Señor nos escucha, nos ayuda, nos da. Cuando empezó el último período de ayuno, después de confesarme me decidí a acercarme más al Señor, a servirle más, a avanzar en todo, en pos de la perfección, para poder realizar todo lo que he pensado en Él.
(Traducido de: Mi-e dor de Cer, Viața părintelui Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 27)