“¡Señor, ayúdame, yo solo no puedo!”
La conciencia de nuestra propia impotencia es la verdadera preparación para recibir el auxilio de Dios.
No hay nada gratis. El auxilio de Dios siempre está listo y siempre está cerca, pero se les da solamente a aquellos que lo buscan y se esfuerzan, especialmente cuando han agotado todas las demás posibilidades que dependían de sus propias fuerzas. Así, un clamor brota de sus corazones: “¡Señor, ayúdame!”. Pero, mientras haya una mínima esperanza de resolver las cosas por nosotros mismos, el Señor no se involucra. Es como si dijera: “¿Esperas poder lograrlo tú solo? Está bien, sigue esperando…”. Sin embargo, si sigues esperando, nada conseguirás.
La conciencia de nuestra propia impotencia es la verdadera preparación para recibir el auxilio de Dios.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înțelepte, traducere de Cristea Florentina, Editura Cartea Orodoxă, p. 376)