¡Cuántas veces, oh, Señor y Soberano mío, Jesucristo, has renovado mi frágil ser, corrompido por los pecados! ¡Incontables veces y de modos innumerables! ¡Cuántas veces me has librado del fuego inextinguible dentro de mí, el de las pasiones de todo tipo! ?¡Cuántas veces me has sacado del abismo de lo repugnante y la desesperación! ¡Cuántas veces, sólo con la invocación de Tu Nombre, con fe, has renovado mi corazón agotado! ¡Cuántas veces has obrado esto por medio de Tus vivificantes Misterios! ¡Oh, Señor, verdaderamente incontables e inconmensurables son Tus misericordias hacia mí, que soy un pecador!

¿Qué podré ofrecerte a cambio, o qué podré darte por Tus bondades sin medida? ¡Jesús, mi vida y mi consuelo! Que esté atento cuando camine por los senderos de la vida bajo la virtud de Tu Gracia, porque bienaventurados son los que guardan los caminos del Señor (Salmos 118, 3; 17, 24), tal como el Espíritu Santo dijo por medio de David: me esforzaré en serte fiel, humilde, manso, sin ira, bueno, generoso, obediente, sin afán de bienes terrenales.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 184)