Palabras de espiritualidad

Sentir tristeza por nuestros enemigos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Gloria al Señor por amarnos tanto, por perdonarnos nuestros pecados, y por revelarnos Sus misterios con el Espíritu Santo!

Si pensamos: “Aquel que se desvíe de la verdad, morirá”, sintamos compasión por él. Pero, quien no aprenda del Espíritu Santo a amar, ese no sabrá cómo orar por sus enemigos. Quien haya aprendido del Espíritu Santo a amar, sentirá tristeza todo el tiempo por aquellos que no se salvarán, y derramará incontables lágrimas por todos. Así, la Gracia de Dios le dará la facultad de amar a sus enemigos.

Si no los amas, al menos no los denigres ni los insultes, que esto es ya algo bueno. Pero, si alguien te maldice y te insulta, está claro que hay un espíritu inmundo en su interior, y, si no se arrepiente, al morir su alma irá a donde viven los espíritus del mal. ¡Que el Señor libre a todas las almas de semejante desgracia!

¿Entiendes? Es muy sencillo. Compadécete de aquellos que no conocen a Dios o que se alzan en contra Suya. Mi corazón sufre por ellos y lloro por ellos. Para nosotros, tanto el Paraíso como los tormentos del infierno son algo entendible: los conocemos por medio del Espíritu Santo. Esto lo dijo el Señor: “El Reino de Dios está en vuestro interior” (Lucas 17, 22).

Así pues, desde aquí empieza la vida eterna. También los tormentos eternos empiezan aquí. Por orgullo se pierde la Gracia, y con esta, el amor a Dios y el valor al orar. Es entonces cuando el alma empieza a ser atormentada por los malos pensamientos, ignorando que debe humillarse y amar a sus enemigos, porque de otra manera no podrá hacerse agradable a Dios.

Pero tú dices: “Los enemigos persiguen a nuestra Santa Iglesia. ¿Cómo podría amarlos?”. Y yo te responderé: “Tu pobre alma no ha conocido a Dios y no sabe cuánto nos ama Él, ni cuán grande es Su deseo de que todos se arrepientan y se salven. El Señor es amor y Él nos dejó al Espíritu Santo, Quien le enseña al alma a amar a los enemigos y orar por ellos, para que se salven. Lo mismo pasa con el amor. Si juzgáramos a los otros por sus actos, merecerían ser castigados”.

¡Gloria al Señor por amarnos tanto, por perdonarnos nuestros pecados, y por revelarnos Sus misterios con el Espíritu Santo!

(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001)