Palabras de espiritualidad

Ser capaces de seguir a Cristo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La honestidad existencial nos pide responder cuando percibimos la voz de Dios hablándonos “muchas veces y de muchas formas”.

Padre, por favor, háganos un retrato del hombre capaz de seguir a Cristo renunciando a sí mismo. ¿Cuáles podrían ser las cualidades de tal persona?

La primera cualidad es el desasosiego o intraquilidad existencial. Puede descubrir a Cristo y Su llamado, el hombre roído por la pregunta: “¿Vivo en la verdad o en el engaño? ¿Mi forma de vida me llena o no? ¿Estoy contento conmigo mismo?”. Si el hombre carece de esa intranquilidad espiritual, debe tener, al menos, el espíritu de observación, para poder ver el bosque de iglesias y cruces que le salen siempre al eneucntro, y la honestidad de preguntarse cuál es su propósito.

La segunda cualidad es el conocimiento de sí mismo y la sinceridad consigo mismo. Quien llegue a cuestionarse lo anterior, seguramente responderá que no está contento con su forma de vida. Así, empezará a buscar y a preguntarse si no existe alguna otra opción que le ofrezca mucha más felicidad. En fin, se trata de la capacidad de examinarse a uno mismo para entender qué pasa en nuestro interior y a nuestro alrededor.

Dios se mantiene en un diálogo continuo con cada uno de nosotros y con el mundo entero. Usualmente, la voz de Dios tiene un registro extremadamente discreto y delicado, propio de las existencias espirituales, un registro espiritual. Dios se dirige “de Espíritu a espíritu”: “¿Quién puede conocer lo más íntimo del hombre, sino el espíritu del mismo hombre? De la misma manera, nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios... El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu. El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie” (I Corintios 2, 11, 14-15). Otras veces, con justicia, viendo nuestra opacidad, nuestra tendencia a la iniquidad y nuestra dureza de corazón, recurre a hablar con “rayos y truenos”. La honestidad existencial nos pide responder cuando percibimos la voz de Dios hablándonos “muchas veces y de muchas formas”. El reto del Evangelio es un llamado libre, completamente libre. En este punto, seguramente hay muchos que se sienten aludidos, reconociendo que jamás se han planteado esas cosas. Este momento es justamente el momento en el que el reto del Evangelio llega a sus oídos. Lo normal sería, pues, que hubiera una reacción a dicho desafío.

(Traducido de: Pr. prof. dr. Constantin Coman, Dreptatea lui Dumnezeu şi dreptatea oamenilor, Editura Bizantină, pp. 280-281)