Palabras de espiritualidad

Ser ortodoxo

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

En su misma esencia, la Ortodoxia no es sino la Personalidad de Dios-Hombre, Cristo, perpetuada a lo largo de los siglos en el seno de la Iglesia.

En tanto el Dios-Hombre es la verdad fundamental de la Ortodoxia, la verdad fundamental de cualquier heterodoxia es el hombre, o fragmentos de su ser, como la razón, la voluntad, los sentidos, el alma, el cuerpo o la destreza.

El hombre integral no existe en la heterodoxia; el hombre integral está dividido en átomos, en partículas. Y todo para glorificar la grandeza del hombre. Pero, tal como “el arte por amor al arte” es un sinsentido, lo es también hablar del “hombre por amor al hombre”. Ese camino lleva a un infierno atroz, en donde es el ídolo supremo, y en ninguna parte hay un ídolo más oprobioso que él.

La primera verdad de la Ortodoxia consiste, entonces, en que el hombre no existe por amor al hombre, sino para Dios, o, mejor dicho, para Dios-Hombre. Así, nosotros estamos con el Dios-Hombre, en el nombre del hombre. Solo en Él es posible entender el ser del hombre; solo en Él es posible enmendar la existencia del hombre.

Todos los misterios del cielo y la tierra están contenidos en esta verdad, así como los valores de todas las cosas que el hombre puede contemplar y las alegrías de todas las venturas que el hombre puede alcanzar.

Indirecta y directamente, Dios-Hombre es todo en la Ortodoxia. De esta manera, el hombre creyente se halla en Él, mientras que en la heterodoxia existe solamente el hombre.

En su misma esencia, la Ortodoxia no es sino la Personalidad de Dios-Hombre, Cristo, perpetuada a lo largo de los siglos en el seno de la Iglesia. La Ortodoxia tiene su propio sello y señal, que le delimita y distingue. La Ortodoxia es la refulgente persona de Dios-Hombre, Cristo.

Todo lo que no está contenido en esa Persona, simplemente no es ortodoxo. Todo lo que no tiene la Justicia, la Verdad, el Amor y la Eternidad de Dios-Hombre no es ortodoxo. Todo lo que busca cumplir con el Evangelio de Dios-Hombre en este mundo, pero con los métodos de este mundo y los métodos de los reinos de este mundo, no es ortodoxo, sino que significa sumisión a la tercera tentación del demonio.

Ser ortodoxo significa tener a Dios-Hombre permanentemente en tu alma, vivir en Él, pensar en Él, sentir en Él y actuar en Él.

En otras palabras, ser ortodoxo significa ser portador de Cristo y del Espíritu Santo. El hombre llega a este punto cuando, en el cuerpo de Cristo-Iglesia, su ser entero se llena del Dios-Hombre, Cristo, de pies a cabeza. Por este motivo, el hombre ortodoxo “está escondido con Cristo en Dios” (Colosenses 3, 3).

Dios-Hombre es el eje central de todos los mundos, desde el mundo del átomo, al mundo de los querubines. Todo ser que se aparte de ese eje, se hundirá en la fosa, en los tormentos y la agonía. Lucifer se apartó y se convirtió en Satanás; algunos ángeles le imitaron y se convirtieron en demonios también; el hombre también se apartó, y se convirtió en un “no-hombre”.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Sfântul Justin PopoviciLupta pentru credință și alte scrieri, traducere de prof. Paul Bălan, Editura Rotonda, Pitești, 2011, pp. 102-104)