Ser verdaderamente libre…
Solamente quien vive correctamente puede decir de sí mismo que es libre. Porque en verdad lo es.
A lo largo de toda mi vida monacal, siempre me he vestido con modestia, pero correctamente. Me gusta estar limpio, tanto en lo espiritual como con el cuerpo. La mayor parte de mi vida la he pasado entre más personas, como stárets. Luego, ¿habría sido correcto presentarme ante ellos con descuido? Antes de orar, siempre me he aseado a mí mismo y también el lugar donde duermo, y solamente después de esto he podido elevar mis plegarias a Dios con serenidad.
El dinero nunca me ha importado. Es algo tan vacuo como el polvo, pero, desafortunadamente, jamás he logrado deshacerme por completo de él. Desde hace muchos años he repartido el dinero de mi jubilación entre los más necesitados. También hay personas que vienen y me dan algo de dinero, sin que yo se los pida. Algunos creen que soy pobre, otros quieren que ore por sus difuntos o por la salud de sus familiares. Si no acepto el dinero que me ofrecen, buscan cómo metérmelo a la fuerza en los bolsillos del hábito. Así pasa siempre: cuando no quieres algo, justamente viene alguien y te lo da.
De joven solía ser muy inquieto. Solo con el paso de los años pude librarme de ese defecto, después de muchos conflictos con mis semejantes, y después de mucho sufrimiento. Como era tozudo, muchas veces elegí hacer mi propia voluntad, y eso me llevó a equivocarme continuamente. Lo único que me salvó es que siempre respeté los mandamientos. Debido a mi inquebrantable fuerza de voluntad, yo mismo me forcé a vivir equilibradamente. Por eso es que jamás le he temido a nadie, a excepción de Dios. Y así fue como vine a enterarme de que solamente quien vive correctamente puede decir de sí mismo que es libre. Porque en verdad lo es.
(Traducido de: Milivoie Iovanovici, Kalist monahul – ucenic al Sfântului Nicolae Velimirovici, Editura Predania, București, 2011, pp. 212-213)