¿Sería mejor saber cuándo vamos a morir?
Es mejor que las cosas sean así, como Dios las dispuso, sin conocer el momento de nuestra muerte, pero estando siempre preparados para dar cuentas de nuestras acciones.
Es posible que cada de nosotros haya pensado alguna vez lo siguiente: ¿por qué Dios no nos dejó alguna señal para anunciarnos la llegada de nuestra muerte, y así prepararnos con la suficiente anticipación? Ante esta pregunta, uno de los Santos Padres responde: “Dios no quiso que conociéramos el momento en que habremos de morir, para que consideremos cada instante de nuestra vida como si fuera el último. De esta forma, siempre estaremos preparados para recibirlo”. Nuestro Señor Mismo dice lo siguiente, en la “Parábola de las diez vírgenes”: “Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora cuando vendrá el Hijo del Hombre” (Mateo 25, 13).
Con todo, hagamos el siguiente ejercicio: imaginémonos que sabemos el día y la hora de nuestra muerte. ¿Realmente nos sería de algún provecho espiritual esa información? De ninguna manera. Al contrario, no solo no nos serviría de nada, sino que también las almas de los hombres se llenarían de un pavor indescriptible. Dominados por el pánico y el temor, muchos terminarían enloqueciendo. Otros, en un arranque de desesperanza, sabiendo que les queda poca vida, decidirían arrojarse a los placeres, para “disfrutar” de sus últimos momentos. No es posible saber cuántos realmente pensarían en su alma y en el Juicio de Dios. Por eso, es mejor que las cosas sean así, como Dios las dispuso, sin conocer el momento de nuestra muerte, pero estando siempre preparados para dar cuentas de nuestras acciones, sin ruborizarnos por la forma en que hemos vivido hasta ese día.
(Traducido de: Arhimandritul Sofian Boghiu, Smerenia și dragostea, însușirile trăirii ortodoxe, Editura Fundația Tradiția Românească, Ediția a II-a revizuită și adăugită, București 2002, p. 11)