Palabras de espiritualidad

Servir a los demás, no servirnos de ellos

  • Foto: Ioana Zlotea

    Foto: Ioana Zlotea

El mejor consejo que puedo darte, hermano, es el siguiente: renuncia a cualquier idea de preeminencia y trabaja con todo el corazón por el bien de quienes te rodean, y así te harás grande ante Dios, y, posiblemente, en las almas de los hombres.

De la Palabra del Señor podemos extraer que la grandeza se mide, no por nuestro apellido o ascendencia, ni por el poder que tengamos o los bienes que poseamos, sino por nuestra capacidad de hacer el bien a los demás. El que más se esmere en este aspecto, ese será el más grande de todos.

Del mismo modo en que aquel que es cabeza de familia asume el cuidado de los demás, y su dignidad y primacía radican en su capacidad de proveer bienestar a quienes están a su cargo, también en una comunidad de cristianos, quien quiera ser la cabeza tendrá que asumir totalmente la responsabilidad de que todos sepan honrar a Cristo con su vida y en cada una de sus acciones. Por eso, el mejor consejo que puedo darte, hermano, es el siguiente: renuncia a cualquier idea de preeminencia y trabaja con todo el corazón por el bien de quienes te rodean, y así te harás grande ante Dios, y, posiblemente, en las almas de los hombres.

Si todos los poderosos hicieran de esta ley de Cristo la ley de su conciencia, ¡cuánto bienestar habría para todos! Sin embargo, cuando la mayoría de nosotros alcanza una posición de superioridad ante los demás, preferimos servirnos a nosotros mismos y a nuestros propios intereses, esperando que los demás nos sirvan, y engañando a nuestra propia conciencia con la diligencia que ponemos en resolver los asuntos que nos conciernen. Esta es la razón por la cual hay “jefes” y “directores” por doquier, pero no hay manera de que el bienestar amanezca para todos y las instituciones nos ofrezcan el bien que esperamos de ellas.

(Traducido de: Sfântul Teofan ZăvorâtulTâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, pp. 155-156)