Si cada alma supiera cuánto nos ama Dios...
He aquí una señal del perdón de los pecados: si odias el pecado, es que el Señor ha perdonado los tuyos.
Demos gracias a Dios por la contrición, porque es por medio suyo que todos tenemos la oportunidad de salvarnos. Sólo quienes no quieren arrepentirse no se salvarán: en esto veo su desesperanza y no puedo evitar llorar por ellos, porque los compadezco. Ellos desconocen lo grande que es la misericordia de Dios. Por eso, si cada alma conociera al Señor y supiera cuánto nos ama Él, nadie más perdería la esperanza y nadie más se lamentaría.
Toda alma que haya perdido la paz debería arrepentirse, porque el Señor está listo para perdonarle sus pecados. Entonces volverían la paz y la alegría a su interior. Y no hacen falta más testimonios, porque el mismo Espíritu dará testimonio que esos pecados han sido borrados. He aquí una señal del perdón de los pecados: si odias el pecado, es que el Señor ha perdonado los tuyos. ¿Qué más esperamos? ¿Que empecemos a escuchar los cánticos que provienen del Cielo? En el Cielo todo vive por medio del Espíritu Santo, y en esta tierra el Señor nos dejó ese mismo Espíritu. En las iglesias de Dios, los oficios litúrgicos son realizados por medio del Espíritu Santo; en el desierto, en las montañas y en las grutas todos los ascetas de Cristo perviven por medio del Espíritu Santo. Así, si sabemos conservar el Espíritu, nos libraremos de toda oscuridad y la vida eterna vendrá a nuestras almas.
Si los hombres se arrepintieran y guardaran los mandamientos de Dios, sería el Paraíso en este mundo, porque “el Reino de Dios está en nuestro interior” (Lucas 17, 21). El Reino de Dios es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es el mismo en el Cielo y en la tierra.
(Traducido de: Sfântul Cuvios Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii şi iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 129)