Si Dios quiere
Por eso, todo lo que es difícil de alcanzar, humanamente, dejémoslo confiadamente en las manos de Dios y no nos basemos sólo en nuestras propias acciones, porque Él hará lo que sea mejor.
El auxilio de Dios no puede ser impedido, ni por los hombres, ni por los demonios, para llegar hasta nosotros.
Nada es difícil, ni para Dios, ni para los Santos. Sólo nosotros, con nuestra poca fe, impedimos que las grandes fuerzas divinas se nos acerquen y nos ayuden. Y aunque existe una fuerza tan grande junto a nosotros, ya que dentro nuestro vive mayoritariamente el elemento humano, no podemos entender al otro, divino, que sobrepasa todo el poder humano que hay en el mundo, porque los poderes divinos son todopoderosos.
Muchas veces perdemos horas enteras intentando, en vano, resolver algún problema, utilizando toda nuestra falta de experiencia. Nos duele la cabeza, los ojos nos arden, el sueño huye de nosotros y todo porque el maligno nos ha conseguido atrapar en una maraña de pensamientos insistentes. Finalmente encontramos una solución, pero luego Dios nos da otra mejor que no se nos había ocurrido, y seguimos con el dolor de cabeza y las noches de insomnio. No importa cuán correcta sea nuestra idea, si no ponemos a Dios en primer plano, nuestra mente se cansa y aparece el dolor de cabeza, mientras que la oración hecha con confianza en Dios nos hace descansar. Por eso, todo lo que es difícil de alcanzar humanamente, dejémoslo confiadamente en las manos de Dios y no nos basemos sólo en nuestras propias acciones, porque Él hará lo que sea mejor.
Y para todo lo que quieran hacer, digan siempre, “Si Dios quiere”, para que no sufran lo que le paso a uno, no hace mucho. Cierta persona decidió trabajar en su viñedo. “Mañana temprano iré a trabajar al viñedo”, le dijo a su esposa. “Si Dios quiere, irás”, le respondió ella. “Quiera o no Dios, iré”, replicó nuevamente el esposo. Al amanecer, dicho individuo partió al trabajo que se había propuesto. Sin embargo, a medio camino empezó a llover copiosamente, de tal suerte que hubo de regresar a casa, cuando aún no había salido el sol. Al llamar a la puerta, “¿Quién es?”, preguntó su esposa. “Si Dios quiere, soy yo, tu esposo”, respondió aquel.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovniceşti, Vol. II - Trezire duhovnicească, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 322-323)