Si Él está conmigo, ¿a quién o a qué habría de temerle?
No se trata de que haya desvanecido la tormenta, sino de que haya venido a nosotros justo en medio de la tormenta.
“Tranquilizaos; soy yo, no tengáis miedo” (Marcos 6, 50)
¿Cómo ayudó el Señor a Sus discípulos, cuando estaban desolados? Diciéndoles “¡Soy yo!”. No les prometió un clima favorable, ni le ordenó al mar que se calmara, ni les anunció que pronto llegarían al puerto. Todo eso podía ocurrir, o no... Pero ahora ellos tenían la certeza de que no había nada a qué temerle, ya que el Señor estaba con ellos. De esto obtenemos una enseñanza muy útil para cada uno de nosotros: debemos saber qué es lo que en verdad necesitamos, ese “algo” que la mayoría de veces dejamos pasar. Lo importante no es le hecho de que Él nos haya librado de algo que, en un momento dado, nos hizo atemorizarnos; no se trata de que haya desvanecido la tormenta, sino de que haya venido a nosotros justo en medio de la tormenta. Y esto es lo que debemos pedirle al Señor, porque nada más podría sernos de utilidad.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 335)