Si el Señor no estuviera con nosotros, el maligno nos apresaría inmediatamente
Dios es Quien nos mantiene a salvo. Porque la fiera es perversa y si no fuera sometida, acabaría siempre retorciendo o destruyéndolo todo.
Lo mismo decimos nosotros: “De no estar el Señor en favor nuestro... nos habrían devorado vivos...” (Salmo 123, 1-3).
¿Qué cosas no podría hacernos nuestro enemigo, el demonio, si el Señor no estuviera con nosotros? Escucha lo que Cristo le dice a Simón Pedro: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos...” (Lucas 22, 31). Porque la fiera es perversa y si no fuera sometida, acabaría siempre retorciendo o destruyéndolo todo.
Si a Job, con la aquiescencia de Dios, (el maligno) le destruyó completamente su casa, lo llenó de heridas, le puso incontables y durísimas pruebas, le disipó toda su herencia, envió al sepulcro a sus hijos e hijas, le llenó la carne de gusanos, levantó a su propia esposa en contra suya, a sus amigos los convirtió en adversarios, y a sus siervos los hizo insultarlo... Si, con todo esto, Dios no lo hubiera fortalecido, realmente hubiese perdido todo. (“Homilía sobre el Salmo 131”)
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Diavolul și magia, culegere de texte patristice și traducerea lor în neogreacă de Ieromonahul Benedict Aghioritul, traducere din neogreacă de Zenaida Anamaria Luca, Editura Agaton, Făgăraș, 2012, p. 59)