Recuerdo una lección que me dio un monje, el padre Serafín. Su celda no quedaba muy lejos de la mía, y no raras veces pasaba frente a su puerta. La verdad, a menudo nos encontrábamos en el corredor. Cierta vez, me enfermé. Él me vio en ese estado y me dijo:

—Te he estado observando. Pronto vas a morir.

Le pregunté:

—¿Cuán pronto?

—Supongo, respondió él, que no te quedan más de dos años de vida.

—Padre Serafín, eso quiere decir que Usted no me considera un monje.

—¿Por qué dices eso?

—Me asusta que Usted pueda extraviarme... ¡Yo cada día pienso en la muerte! Pero viene Usted y me dice que aún viviré dos años.

Entonces, él me respondió:

—Aunque te hubiera dicho “seis años más”, no nos alcanzaría ese tiempo para poder arrepentirnos.

Así fue como respondió a mi “reprimenda”.

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Cuvântări duhovniceşti, volumul I, Editura Accent Print, p. 128)