Si no oramos, no es posible llamarnos “cristianos”
Cuando nos hallemos ante cualquier aflicción, tristeza, tentación o problema, no olvidemos el poder que tiene la oración. Oremos con devoción y dolor en el alma, y Dios nos responderá.
El cristiano no podría vivir como tal (es decir, “cristianamente”), con esperanza en la vida eterna, si no respira el oxígeno de la oración. Por eso es que debemos orar, y pensar en el Nombre de Dios y en el de la Madre del Señor. Seguramente nos encontraremos con los obstáculos que nos pone el maligno, porque él no quiere que oremos, sino que hablemos largamente y sin sentido. A él le interesa que nos dispersemos con nuestra mente, que recorramos todo el mundo con nuestros pensamientos... y nos permite entrar en donde queramos, con tal de impedir que nos presentemos ante Cristo y ante Su Santísima Madre. Aún así, nosotros debemos esforzarnos en entablar comunicación con Dios, cueste lo que cueste, para llenarnos de Su “oxígeno”..
Cuando nos hallemos ante cualquier aflicción, tristeza, tentación o problema, no olvidemos el poder que tiene la oración. Oremos con devoción y dolor en el alma, y Dios nos responderá, y nuestra petición será realizada. Cuando la mente del hombre se ensucia y se olvida de Dios, cuando el cristiano no ora, no respeta la voluntad del Señor y no cumple con Sus mandamientos, se halla en desobediencia y cae en pecado. La mente del hombre se contamina fácilmente y se purifica fácilmente también. El corazón se contamina con trabajo y también duramente se purifica. El corazón es el que carga con las raíces de las pasiones. Por eso es que a todos nos duele cuando Dios, buscando nuestra salvación, intenta arrancarnos, usando unas “tenazas espirituales”, las raíces de las pasiones, para que sanemos espiritualmente y seamos en verdad libres. La salud del alma y del corazón es la liberación de las pasiones, es la santidad, es decir, la verdadera salud.
(Traducido de: Părintele Efrem Athonitul, Despre credinţă şi mântuire, Editura Bunavestire, Galaţi 2003, p. 31)