Palabras de espiritualidad

Si nuestra mente se tranquiliza, todo nuestro ser se sosiega

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Pongamos nuestra mente a llamar el auxilio del Señor —porque Él está aquí—, para que se mantenga en comunión con Él.

Cuando nuestro semejante se queja con nosotros de sus problemas y debilidades, tomamos parte de ellos; pero, si no sabemos serenarnos (es decir, si no sabemos confiarle al Señor nuestras debilidades y defectos, y los de nuestro semejante), asumimos esa enorme carga, y nuestro sistema nervioso se ve sobrepasado; es por esta razón que llegamos a un punto en el que no podemos soportarnos ni a nosotros mismos ni a nuestros semejantes. Entonces, como podría esperarse, nuestra vida se vuelve un tormento, tanto en lo social, en nuestro lugar de trabajo, en nuestra familia... en todas partes. Vivimos con los nervios a flor de piel y sentimos que no podemos volver a sentir paz (espiritual).

Esto significa que debemos darle un descanso a nuestra mente. Cuando nuestros pensamientos se calman, también el cuerpo descansa.

Debemos entregarnos al Señor y confiarle todo lo que somos, porque Él está presente en todas partes. Él quiere que vivamos en paz, sin pensamientos que nos perturben. Así las cosas, que nuestro corazón se llene de tranquilidad. Los Santos Padres dicen: “Concentremos nuestra mente en el corazón”. Y que la mente descanse allí, sin pensamiento alguno, sin imágenes. Sólo entonces démosle algo de trabajo a nuestra mente, como dicen los Padres, porque la mente se halla en movimiento perenne y busca con qué ocuparse. Démosle entonces la oración del Nombre del Señor, la “Oración de Jesús”. Pongamos nuestra mente a llamar el auxilio del Señor —porque Él está aquí—, para que se mantenga en comunión con Él.

(Traducido de: Stareţul Tadei de la Mănăstirea Vitovniţa, Cum îţi sunt gândurile, aşa îţi este şi viaţa, Editura Predania, Bucureşti, 2010, pp. 166-167)