Si pudiéramos ver lo que hay adentro de nosotros…
“Cristo mío, hoy te hemos entristecido. Te hemos entristecido con nuestra forma de ser, con nuestro desorden, con nuestra indiferencia, nuestra pereza, nuestra dejadez, con todas las pasiones que nos atacan”.
La peor fiera es nuestro propio “yo”. Si luchamos contra ella, todo lo demás se irá también. Si pudiéramos ver qué brota de nosotros y qué piensa nuestra mente, seríamos conscientes de que todo el tiempo somos culpables ante Dios y que todo el tiempo lo entristecemos. Por eso es que debemos procurar mantener un corazón contrito y humilde.
Concentremos nuestra mente, hagamos un poco de oración: “Cristo mío, hoy te hemos entristecido. Te hemos entristecido con nuestra forma de ser, con nuestro desorden, con nuestra indiferencia, nuestra pereza, nuestra dejadez, con todas las pasiones que nos atacan”. [...] Entonces, ¡hagamos el esfuerzo de tener humildad en nuestra alma! ¡Humildad! Quien se haga humilde, se hará también “tierra y ceniza” y recibirá las bondades de Dios, recibirá el don del Espíritu Santo en su alma.
Por humildad, el Señor se hizo crucificar por nosotros. Por humildad hizo todo lo que hizo. Cristo quiere mucho amor y mucha fe. Si lo amamos, y Él nos ama a nosotros, se apiadará de nosotros y nos salvará.
(Traducido de: Stareța Macrina Vassopoulos, Cuvinte din inimă, Editura Evanghelismos, pp. 155-156)