Palabras de espiritualidad

Si quisiéramos, podríamos ver a Dios

    • Foto: Victor Larie

      Foto: Victor Larie

“Quien quiera ver a Cristo no tiene que buscarlo afuera, sino en su interior, imitando Su vida en este mundo”.

Casi con toda seguridad, la mayoría de cristianos sabe perfectamente que conocer a Dios es la alegría más grande que el hombre podría experimentar en este mundo. Si queremos, podemos ver a Dios; pero no queremos y no lo podemos ver. Esto es algo que depende solamente de nosotros mismos. Recuerdo que, de pequeño, para llegar a algún monasterio tenía que atravesar varias colinas y subir más de una montaña. Entre toda esa belleza creada por Dios, ¡qué anhelo tan grande sentía de ver a Jesús! ¡Deseaba encontrarme con Él en algún paraje de la montaña, caminar con Él! ¡Qué júbilo me inundaba entonces! Mi corazón se llenaba de energía y parecía que, más que caminar, mis pies volaban… ¡Sentía a Jesús en todo mi ser!

Cuando, años después, pude leer lo que decía San Pedro Damasceno, entendí que: “quien quiera ver a Cristo no tiene que buscarlo afuera, sino en su interior, imitando Su vida en este mundo. De esta forma, hará puros su cuerpo y su alma, a semejanza de Cristo, y podrá tener una mente que piensa solamente para Él” (Filocalia). ¡Así, poco a poco fui entendiendo, cada vez mejor, lo que significa ver a Dios, que es el anhelo de cada uno de nosotros!

(Traducido de: PS Calinic Argatu, Episcop al Argeșului și Muscelului, Veșnicia de zi cu zi, Editura Curtea Veche, București, 2006, p. 7)