Palabras de espiritualidad

¡Si tan solo pudiéramos ver cuántos pecados hay en nuestra alma!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Como decían los Padres, la humildad desciende al infierno y enaltece hasta el Cielo, en tanto que el orgullo nos alza hasta el Cielo y después nos arroja al infierno.

Es importante que entendamos que nadie nos dice tan claramente la verdad, como quienes nos ofenden. El Señor, en Su Sabiduría, sabe bien que, aunque los demás me feliciten y elogien mis actos, en realidad todo lo que hago es digno de condena y desprecio. Si me dijeran, por ejemplo: “¡Tú mismo cometiste ese mal!”, seguramente les responderé: “¿Pero es que acaso no he hecho ningún bien?”. Y es que nadie podría mentirme más, que aquellos que me encomian y me ensalzan. Y nadie me dice tanto la verdad, como aquellos que me condenan y me humillan, como dije antes. Y, sin embargo, tampoco ellos dicen toda la verdad. Porque, si pudieran ver, no digo el cúmulo de mis pecados, sino solamente una parte de ellos, volverían el rostro asqueados por la impureza, la inmundicia y la pestilencia de mi alma. Si los cuerpos de los hombres se convirtieran en lenguas, para poder juzgarnos mutuamente, estoy convencido de que nadie podría describir realmente nuestra indignidad. Porque cada uno de los que nos juzgan dice solamente una parte. Es imposible que sepa todo.

Si el justo Job dijo: “Estoy lleno de deshonra” (Job 10, 15), y a la palabra “lleno” no se le puede agregar nada más, ¿qué podríamos decir nosotros, que no somos sino la fosa de todos los pecados? El demonio nos humilla con cada pecado. Y estamos obligados a agradecerle a Dios por ser humillados así. Quienes son agradecidos por haber sido humillados, vencen al maligno, porque, como decían los Padres, la humildad desciende al infierno y enaltece hasta el Cielo, en tanto que el orgullo enaltece hasta el Cielo y después nos arroja al infierno.

(Traducido de. Glasul Sfinților Părinți, traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, p. 156)