Si tan sólo viéramos nuestros propios pecados...
Y es que nosotros mismos, a pesar de no ser unos depravados, profanadores de sepulcros o bandidos, sí que somos culpables de otros pecados dignos de miles de castigos.
No amonestes con dureza a los demás ni los juzgues con severidad; al contrario, muéstrate indulgente y generoso con todos.
Y es que nosotros mismos, a pesar de no ser unos depravados, profanadores de sepulcros o bandidos, sí que somos culpables de otros pecados dignos de miles de castigos; ya sea al haber llamado “loco” a nuestro semejante, y por ello mereceríamos ya el fuego del infierno (Mateo 5, 28), o por haber visto a alguna mujer con ojos impuros y con malos deseos, cosa que es ya un adulterio, o por haber comulgado, indignamente, de la Santa Eucaristía, haciéndonos culpables por el Cuerpo y la Sangre de Cristo (I Corintios 11, 27).
No juzguemos, pues, con dureza lo que hacen los demás; al contrario, pensemos en lo que nosotros hemos hecho. Sólo así podremos apartar ese espíritu de acritud e intransigencia...
(Traducido de: Sf. Ioan Gură de Aur, Comentar la Evanghelia de la Ioan, omilia LX, 5, pp. 302-303)