Palabras de espiritualidad

Similitudes y diferencias entre las guerras del mundo y la lucha espiritual del cristiano

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

A menudo parece que el maligno renuncia a seguir atacándonos. Pero lo que quiere es que bajemos la guardia y nos distraigamos, para después embestirnos con mayor ferocidad.

En este mundo vemos que, cuando un imperio se alza contra otro, entre ellos surge una guerra. También los cristianos tienen sus enemigos, quienes se alzan en su contra y los atacan. En las guerras de este mundo, los hombres se levantan unos contra los otros. Lo mismo ocurre con la lucha del cristiano, en donde el maligno y sus espíritus impuros asaltan a los cristianos. Los hombres que atacan a otros hombres son visibles. Pero el maligno y sus huestes no son visibles. En las guerras de este mundo cada parte ve a la otra, y así es como se protege de los ataques del enemigo. En la lucha espiritual, los demonios ven a los cristianos, pero estos no pueden verlos a ellos. Nuestros enemigos visibles son crueles, atroces. Pero los demonios lo son más. En la lucha visible, mientras más astuto y perverso es el enemigo, peor para su contendiente. Pero no hay hombre más perverso y astuto que el demonio y sus súbditos, por eso es que luchar en su contra resulta tan peligroso para nosotros.

Los hombres luchan entre sí por un tiempo, y después se detienen y descansan un poco. En el caso del demonio y sus huestes, jamás duermen, sino que siempre están alerta y se esmeran en hacernos caer. La guerra entre semejantes, aunque dura un tiempo, en un momento determinado se termina y se hace la paz. Pero los cristianos libran una lucha permanente contra sus enemigos, hasta la muerte, y esa lucha se termina únicamente con la muerte misma. A veces sucede que el enemigo bate en retirada y temporalmente renuncia a seguir luchando. Pero esto es más peligroso, porque usa ese tiempo de tregua para urdir ataques todavía más fuertes. Lo mismo hace nuestro enemigo, el demonio. A menudo parece que renuncia a seguir atacándonos. Pero lo que quiere es que bajemos la guardia y nos distraigamos, para después embestirnos con mayor ferocidad. En la guerra, los hombres se valen de determinado armamento para dañar a sus contrincantes. También en la lucha espiritual usamos armas. Los demonios utilizan las suyas, y los cristianos las que les son propias. Los demonios nos atacan con las pasiones de nuestro cuerpo. Tal es su armamento. Las armas del cristiano son la Palabra de Dios y la oración. Con estas armas, los cristianos hostigan a los demonios y, al mismo tiempo, se defienden de ellos, inutilizando sus pertrechos de guerra.

(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 60)