Sin sacrificio propio no hay salvación
Usualmente, cuando se trata de sí mismo, el hombre descompone la balanza: elige sólo la mejor parte, la más grande, la más hermosa. Llora más por sí mismo que por los demás y se alegra de sí mismo más que por el otro. Cristo, sin embargo, crucificó el amor propio, entregando Su vida por nosotros.
Padre, dígame algo sobre el amor propio
— Mientras más se aleja del amor propio, más crece el hombre en buenas obras, haciéndose más espiritual y acercándose más a Dios. Usualmente, cuando se trata de sí mismo, el hombre descompone la balanza: elige sólo la mejor parte, la más grande, la más hermosa. Llora más por sí mismo que por los demás y se alegra de sí mismo más que por el otro. Cristo, sin embargo, crucificó el amor propio, entregando Su vida por nosotros.
Pocos crucifican también su amor propio, siguiendo el ejemplo de Cristo. Y muchos son los que intentan llevar una vida espiritual, pero sin llegar a la crucifixión, porque no pueden renunciar totalmente a amarse a sí mismos, al egoísmo. No obstante, sin sacrificio, sin crucificar nuestras pasiones, sin abandonar nuestros pecados, nunca podremos ver a Cristo, no podremos alcanzar la salvación.
(Ne vorbește Părintele Cleopa, volumul V, ediția a II-a, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 58-59)