Sobre el misterio del amor y el infierno de su ausencia
Muy pocos entienden lo que es el amor en su naturaleza divina. Dice también San Isaac: “También en el infierno hay amor, pero, el amor, en quienes aman, obra en el espíritu de comunión. Por el contrario, en quienes no aman, el amor quema como una llama”.
¿Qué es, entonces, el infierno? Dostoyevski lo entiende correctamente: “El dolor de no poder amar”. Yo creo que se trata también de la inviolabilidad de la libertad del hombre. San Isaac el Sirio dice: “No pensemos que el amor de Dios no alcanza al infierno, pero es un amor que obra de formas diferentes”. Personalmente, creo que quienes más hablan del amor son justamente quienes menos lo entienden. Muy pocos entienden lo que es el amor en su naturaleza divina. Dice también San Isaac: “También en el infierno hay amor, pero, el amor, en quienes aman, obra en el espíritu de comunión. Por el contrario, en quienes no aman, el amor quema como una llama”.
Hablando de esa llama del amor, hay un proverbio rumano que confirma las palabras del santo: “La mejor forma de vengarte es que tu enemigo se vea forzado a reconocer que tú eres bueno y él es malo”. Así, puede que el amor queme a alguien, de manera que no pueda ni soportar el afecto de su amigo. Esto ocurre también debido a ese misterio del orgullo.
Pensemos en el hermano mayor de la Parábola del hijo pródigo, o en el fariseo de la Parábola del publicano y el fariseo, y veremos que eran personas correctas que se consideraban correctas, como los tres amigos de Job. Y entonces se nos revela cómo cae esta clase de personas, cada una a su manera. El hermano mayor no quiere entrar a la casa del Padre, el fariseo no vuelve redimido del templo y, en el último caso, Job tiene que orar por sus amigos. Se nos revela que el misterioso ocultamiento del mal radica en el mal confinado en sí mismo, centrado en su propia aseidad. Esta auto-fundamentación interior me arroja al universo de la separación, del aislamiento de Dios y de mis semejantes.
(Traducido de: Părintele Constantin Galeriu, Dialoguri de seară cu Andrei Pleșu, Gabriel Liiceanu și Sorin Dumitrescu, Editura Harisma, București, 1991, pp. 112-113)