Sobre el sacrificio de los monjes
Esta es la razón por la cual nosotros no tenemos ninguna relación con las preocupaciones de este mundo, porque lo único que nos interesa es servir a nuestro Señor, para poder cumplir de mejor manera con nuestra promesa y no caer presa de las cosas terrenales.
Del mismo modo en que los Padres se esforzaron, cruficicándose, así quisiéramos actuar nosotros, los monjes, porque hemos renunciado al mundo para venir al monasterio. Pero nada de esto tendría alguna utilidad si rehusáramos apartarnos del mundo, para seguir alimentando sus apetitios y amando su gloria pasajera. Así pues, tal como hemos renunciado al mundo y a todas sus cosas, tenemos que renunciar también al apetito de lo terrenal. Para esto, primero tenemos que entender en qué consiste dicha renuncia, así como el motivo por el cual entramos al monasterio, el sentido del hábito que portamos y, fortaleciéndonos, esforzarnos como lo hicieron los Santos Padres.
El hábito que portamos está confeccionado de una forma muy sencilla, sin mangas, con un cinto de piel, el pilistauron y el koukoúlion. Todo ello tiene un significado, el cual tenemos que conocer perfectamente.
¿Por qué portamos un manto sin mangas? Porque las mangas representan a las manos, y estas representan la acción. Luego, cuando pensemos cometer algún pecado con nuestras manos, es decir, robar, golpear a alguien, etc., inmediatamente nos acordaremos de lo que estamos representando y de que no tenemos manos para hacer las cosas de nuestro hombre viejo, y nos abstendremos de obrar ese mal. El manto tiene también otro significado. Tal como los soldados imperiales llevaban en su uniforme una señal de color púrpura, el color del emperador, para que todos supieran a quién servían. también nosotros llevamos una señal semejante en nuestro manto, demostrando que somos soldados de Cristo y que tenemos el deber de sufrir todo lo que Él sufrió por nosotros. Porque cuando nuestro Señor sufrió Su pasión, llevaba puesto un manto como Rey de reyes, porque Él es el Rey de reyes y Señor de señores, manto que después fue objeto de las burlas de quienes lo estaban atormentando. También nosotros portamos un manto igual, porque hemos prometido sufrir lo mismo que Él. El soldado no renuncia a su compañía para hacerse agricultor o comerciante, porque perdería su estado, como dice el Apóstol. Ningún soldado se mezcla con las cosas del mundo, porque hacerse agradable a su superior. Esta es la razón por la cual nosotros no tenemos ninguna relación con las preocupaciones de este mundo, porque lo único que nos interesa es servir a nuestro Señor, para poder cumplir de mejor manera con nuestra promesa y no caer presa de las cosas terrenales.
(Traducido de: Avva Dorotei, Învățături de suflet folositoare, Editura Bunavestire, Bacău 1997, p.37)