Palabras de espiritualidad

Sobre el sentido de la compasión

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¿Eres capaz de gozarte de la dulzura de la paz, sabiendo que en algún rincón del mundo se está librando una guerra?

«Debo reconocerlo: me sorprende tu reacción a la guerra que actualmente libran los chinos contra los japoneses. Dices: “Ya no hay riesgo de guerra en Europa. Sí, la guerra se ha ido a la otra parte del mundo, allí en donde es de noche cuando aquí es de día”. Jubiloso, te atreves a predecir la paz de Europa.

Pero, ¿eres capaz de gozarte de la dulzura de la paz, sabiendo que en algún rincón del mundo se está librando una guerra? ¿Realmente te son de provecho la comida, la bebida y las distracciones como el cine, cuando, volando con tu mente a los campos de la Manchuria, podrías ver miles de hombres sufriendo, ensangrentados, hambrientos, convertidos en bestias, esos hombres que descienden del mismo antepasado de donde proviene tu pueblo y también tú mismo? ¡Te gusta pasar las noches escuchando el parloteo de la radio, porque crees que así te harás más inteligente! Lo más importante que el aparato de radio nos podría transmitir en estos días, son los gemidos de los miles de heridos y los jadeos de un sinfín de moribundos, así como los suspiros y lamentos de las madres, las viudas y los huérfanos de aquellas dos grandes regiones. Todas esas personas son, al igual que tú, almas vivas, sedientas de vida y felicidad. Y sobre ellos brilla el mismo sol que cada día te calienta a ti también. Y también a ellos los observa el ojo de Dios, lleno de lágrimas, del mismo modo en que nos observa también a nosotros.

No son, pues, tiempos de regocijo, sino de tristeza, y no por una o dos personas, sino por pueblos y países enteros. Si las autoridades europeas declaran duelo nacional por la muerte de no sé qué príncipe de Borbón o Saboya, ¿cómo se les olvida hacerlo por la muerte diaria de miles de seres humanos, que ante los ojos del Creador son también como príncipes? Si los pueblos de Europa fueran más juiciosos, introducirían el duelo nacional por cualquier guerra en cualquier parte del mundo. Cerrarían todas las cafeterías, casinos y salas de cine, y prohibirían todas las distracciones tontas entre hermanos y vecinos; todo, por compasión y tristeza. ¡Cuánto se alegrarían los cielos, si los eslavos fueran los primeros en hacer esto!

Quizá todo esto te provoque risa al leerlo... también Pilatos habría reído. Sin embargo, sé que Cristo no lo habría hecho.

En lo que respecta a tu “profecía” sobre el futuro de Europa, afirmando que la paz está asegurada por el simple hecho de que el fuego de la guerra se ha ido lejos de ella, tienes que ser más prudente. No confíes tanto en ti mismo ni en tus previsiones. Cuando el bosque se quema en un extremo, ¿no es posible que el viento arrastre algunas chispas hasta el otro lado?

¡Que la paz y la misericordia de Dios estén contigo!».

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi: scrisori misionare, volumul I, traducere din limba sârbă de Adrian Tănăsescu-Vlas, ediția a II-a, Editura Sophia, București, 2008, pp. 44-45)