Palabras de espiritualidad

Sobre la forma correcta de relacionarnos con nuestro padre espiritual

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El buen discípulo es aquel que mantiene la mente dirigida a Dios y busca siempre las respuestas en Él, no en un hombre, pero que acude al hombre para recibir la respuesta de Dios.

Con el padre Sofronio aprendí muchas cosas. Aprendí a entender de forma más profunda y más completa muchas de las características de Dios, viendo y viviendo las características del mismo padre Sofronio. Mientras más vive los mandamientos de Cristo, más puede el hombre enseñárselos a sus semejantes. Nosotros necesitamos un ícono vivo, porque, para nosotros, Cristo es una abstracción; así, ¿cómo podemos leer determinadas cosas en la Escritura e imaginárnoslas, si no vemos concretamente a alguien que vive esos mandamientos? Inclinada a las figuraciones, la mente no es capaz de teologizar, porque la teología es vida concreta. No hay un solo dogma que no haya empezado con un suceso histórico vivido por alguien. La teología es la realidad más concreta, pero nosotros hemos dejado de percibirlo así, porque ya no vivimos en nuestro estado natural, el estado de Adán, mismo que perdimos con la caída de nuestros protopadres y con nuestras propias caídas y desviaciones, pero que aún pervive en lo profundo de nuestro ser y aún reclama sus propios derechos.

Tenemos que aprender a recibir de nuestros superiores —especialmente, en la Iglesia, por parte de los obispos y sacerdotes— cada palabra, para que se convierta en un mandato; pero también tenemos que orar por nuestros superiores para que nos provean la palabra de Dios.

Su Alta Eminencia Hierotheos Vlachos recordaba aquella pregunta de: “¿Por qué ya no hay buenos padres espirituales?”, y ante mis ojos apareció la respuesta de San Siluano: “¡Porque ya no hay buenos observantes!”. En ruso, la palabra utilizada para “observante” significa también “discípulo” o “novicio”; luego, la respuesta puede ser entendida así: “¡Porque ya no hay buenos discípulos!”.

Honramos a nuestro padre espiritual, pero si llegamos al punto de idolatrarlo, lo estamos deshonrando… El buen discípulo es aquel que mantiene la mente dirigida a Dios y busca siempre las respuestas en Él, no en un hombre, pero que acude al hombre para recibir la respuesta de Dios. Así, cuando vayas a buscar a tu padre espiritual, tienes que hacerlo con la atención dirigida a Dios, orando para que tu confesor te dé el consejo adecuado, estando atento a tu interior, de manera que puedas aprehender la primera palabra, el primer movimiento del corazón… ¡porque esa es la palabra que necesitas escuchar! Lo que tiene que obrar es el misterio de Dios. Antes que cualquier cosa, el terreno eres tú; así, prepárate, y si oras y le pides a Dios, independientemente de si tu padre espiritual es un asceta experimentado o un inexperto —perdónenme por utilizar ese término, pero me refiero a mí mismo—, para ti ese hombre será un auténtico profeta. Luego, tienes que honrarlo, pero no idolatrarlo, acordándote siempre de que tu padre espiritual es como un teléfono: tú no hablas con el aparato, sino con Dios, por medio del sacerdote. Honramos al padre espiritual, pero si lo idolatramos, en realidad lo estamos deshonrando.

(Traducido de: Părintele Rafail Noica, în cadrul Colocviului „Întâlnirea cu Duhovnicul”)