Palabras de espiritualidad

Sobre la forma de enseñarles a orar a nuestros hijos

    • Foto. Silviu Cluci

      Foto. Silviu Cluci

“No es necesario que repitas tantas oraciones. Basta con el Padre nuestro y el Madre de Dios Virgen, regocíjate. Con esto es suficiente. No necesitas nada más”.

Por extraño que parezca, la persecución que impidió a muchos ser practicantes fue, con todo, muy útil para quienes permanecieron en la Iglesia. Tristemente, hoy en día ya no es así.

Desde muy pequeño, mi madre me enseñó a orar. Recuerdo que orábamos en la mañana y en la noche. Repetíamos el Padre nuestro y el Madre de Dios Virgen, regocíjate, oraciones que me acompañaron todos los días hasta llegar a la edad adulta. Con el tiempo agregué también el Credo y algunas palabras propias, pidiendo por mis familiares y amigos. Esto significa que descubrí las oraciones de la mañana y de la noche, como aparecen en el Libro de las Horas, cuando yo ya era mayor. Lo que quiero decir es que empecé a repetirlas solamente cuando sentí la necesidad de hacerlo, cuando supe que no estaba orando lo suficiente. Me acordé que alguna vez había visto en aquel libro unas oraciones específicas para la mañana y la noche; fue como si se me revelaran, y así empecé a practicarlas a diario, por mi propia voluntad.

Sé que en muchas familias las cosas son distintas. Los padres se afanan en enseñarles a sus hijos a orar todo lo que puedan, aún desde que son muy pequeños. Y el rechazo a orar aparece muy, muy rápido. Sé que por esta razón un conocido stárets le recomendó a uno de sus hijos espirituales, un hombre muy virtuoso, lo siguiente: “No es necesario que repitas tantas oraciones. Basta con el Padre nuestro y el Madre de Dios Virgen, regocíjate. Con esto es suficiente. No necesitas nada más”.

(Traducido de: Protoiereu Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 47-48)