Palabras de espiritualidad

Sobre la inspiración divina de los libros de la Escritura

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

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El mismo San Juan Crisóstomo nos llama la atención para que no nos esmeremos denodadamente en comprender la creación del mundo.

En sus Homilías sobre el Génesis, San Juan Crisóstomo insiste mucho en que cada palabra de la Escritura ha sido inspirada por Dios y tiene un sentido profundo, porque no son las palabras de Moisés —en el caso del Génesis—, sino las de Dios: “Veamos qué nos enseña el beato Moisés, que no habla de estas cosas solamente con su boca, sino inspirado por el don de Dios”. Y después compone una fascinante descripción de la forma en que Moisés habla. Sabemos que los profetas del Antiguo Testamento anunciaron la venida del Mesías. En el libro del Apocalipsis, San Juan habla del fin del mundo y el futuro de la Iglesia. ¿Cómo podía saber lo que va a ocurrir? Es evidente que Dios se lo reveló. San Juan Crisóstomo dice que tal como San Juan fue el profeta de lo que habrá de venir, Moisés fue el profeta del pasado. «Todos los demás profetas hablaron de lo que habría de suceder después de un largo tiempo, o lo que pasaría en su propia época, en tanto que Moisés, quien vivió varias generaciones después de la creación del mundo, siendo iluminado desde lo alto, se hizo digno de hablar de lo que había sido creado por el Soberano de todo, mucho antes de que él mismo naciera. Por eso es que empieza diciendo: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra”. Casi nos grita: “¿Esto que digo no lo conozco porque me lo hayan dicho otras personas? ¡No! Aquel que de la nada trajo todo a la existencia, Él fue quien condujo mi lengua para que yo pudiera hablar de todo esto” Así pues, les suplico que estén atentos a todo lo dicho, no como si fueran palabras provenientes del mismo Moisés, sino del Dios del universo por medio de la lengua de Moisés, y renunciemos a nuestros pensamientos».

Luego, debemos acercarnos a los primeros capítulos del Génesis considerándolo un libro profético, sabedores de que lo que ahí aparece consignado en verdad ocurrió, y también sabiendo que —debido a su lejanía en el tiempo, al tratarse de los primeros sucesos en la historia del mundo— sólo podremos entenderlos imperfectamente, tal como imperfectamente entendemos lo que el Apocalipsis nos dice que pasará cuando llegue el fin del mundo, o con cualquier otro libro del Nuevo Testamento. El mismo San Juan Crisóstomo nos llama la atención para que no nos esmeremos denodadamente en comprender la creación del mundo:

«Recibamos con gran gratitud las palabras de la Escritura; no sobrepasemos nuestros límites, ni interpretemos lo que está fuera de nuestro alcance, como lo intentaron hacer los enemigos de la verdad, quienes, anhelando escudriñar todo con sus propias mentes, no pensaron que es imposible que el hombre conozca perfectamente la creación de Dios».

(Traducido de: Ieromonahul Serafim Rose, Cartea facerii, crearea lumii noi și întâiul om: perspectiva creștin-ortodoxă, traducere din limba engleză de Constantin Făgețan, Ed. a 2-a, rev., Editura Sophia, București, 2011, p. 61)