Sobre la muerte sobrevenida repentinamente
No es bueno desear morir repentinamente, sino estar preparados para morir en cualquier momento. Así nos lo enseña la Iglesia. Hay algunas oraciones específicas para que Dios nos proteja de determinadas contrariedades, dentro de las cuales se menciona ese tipo de muerte. Aún así, Aquel bajo cuya soberanía están la vida y la muerte, todo lo gobierna de acuerdo a Su santo esmero, procurando lo que es de bien para las almas de los hombres, tanto las que se lleva con Él, como aquellas a las que deja más tiempo aquí en la tierra.
Me cuentas que has oído cómo algunos dicen que desearían tener una muerte repentina. “Cuando me llegue el momento de morir, deseo que suceda inesperadamente. Es mucho mejor así, que sufrir largamente por alguna enfermedad, que luego afecta también a los otros. La muerte esperada es temida, la que viene inesperadamente, no”. Sucede pues, que en tu aldea un vehículo atropelló a una mujer, matándola en el acto. Este suceso dio lugar a toda clase de discusiones. Unos, argumentando que esta forma de muerte es la mejor. Hubo uno que llegó a exclamar; “¡Que venga de una vez, si se trata de no sufrir!”
Así, me escribes pidiéndome una luz en el tema. No es bueno desear morir repentinamente, sino estar preparados para morir en cualquier momento. Así nos lo enseña la Iglesia. Hay algunas oraciones específicas para que Dios nos proteja de determinadas contrariedades, dentro de las cuales se menciona ese tipo de muerte. Aún así, Aquel bajo cuya soberanía están la vida y la muerte, todo lo gobierna de acuerdo a Su santo esmero, procurando lo que es de bien para las almas de los hombres, tanto las que se lleva con Él, como aquellas a las que deja más tiempo aquí en la tierra. Algunas veces Dios envía una muerte repentina a los pecadores, raras veces a los justos. ¿Acaso no hemos leído en el Antiguo Testamento cómo Dios castigó con una muerte así a los hijos de Aarón porque inciensarion por su cuenta a los que se habían rebelado contra Moisés ? (Éxodo 10, Levítico 16) Ananías y Safira cayeron muertos inmediatamente cuando mintieron a los apóstoles.
Muchos de los que atormentaban a los cristianos sufrieron tal clase de muerte también, así como se puede leer en la hagiografía de los discípulos de Cristo. Como mencioné antes, ha sucedido también, pero no tan a menudo, que algún justo muera repentinamente. Es el caso, por ejemplo, de San Atanasio de Athos: trabajando en una construcción, un muro le cayó encima, matándolo a él y a varios monjes que trabajaban en la misma obra.
Lo que debe quedar claro es que, enviando una muerte repentina a los pecadores, Dios busca cumplir dos propósitos: castigar al pecador y disuadir a los demás de caer también en pecado. Esto es lo que sucedió con Ananías y Safira, un enorme pavor entró en la Iglesia y en todos los que supieron lo sucedido. Pero cuando los hombres confían demasiado en un justo y empiezan, poco a poco, a divinizarlo, así como sucedió con San Atanasio, Dios recoge el alma de tal persona repentinamente, para demostrarle a los hombres que sólo Él es Dios y que no hay Dios fuera de Él. De todas formas, en todos los casos de muerte imprevista, la enseñanza para quienes quedamos en este mundo es clara: cada uno debe pensar en su propia muerte y preparar su alma constantemente para tal momento, por medio del arrepentimiento, la oración y la piedad, para conseguir partir fácilmente de esta vida.
(Traducido de: Episcop Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 1, Editura Sophia, Bucureşti, 2002, pp. 115-117)