Palabras de espiritualidad

Sobre lo pernicioso de orar apresuradamente

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Los versos y los cánticos que se entonan deprisa son como un ruido cualquiera, y quienes cantan o leen apresurados no sólo no obtienen ningún provecho espiritual, sino que también están pecando.

¡Oh, hermano! Cuando ores, recuerda que estás ante Dios y que estás hablando con Él: “¡Señor, ten piedad de mí!”, “¡Señor, te lo pido…!”, “¡Señor, escúchame!”, “¡Señor, sálvame!”, etc. Sea que leas los Salmos, o que entones algún cántico religioso, es a Dios a quien le cantas, es a Él a quien diriges tus palabras: “¡A Ti, Señor! ¡A Ti, Señor!”, etc.

¿Quién eres tú? Polvo y ceniza, un pobre pecador. ¿Ante quién estás, con quién hablas? Estás ante nuestro Santo y Todopoderoso Dios, ante Quien se postra toda criatura visible e invisible. Tú eres como un insignificante gusano —¡incluso pecador! —, y te presentas, con tus plegarias, ante el Dios Eterno, ante el Omnipotente. ¡Tan sólo piénsalo y entenderás cuánta humildad y cuánta devoción debes demostrarle cuando te presentes ante Él! Si ante un monarca terrenal nos presentamos con humildad, ¡con mayor razón debemos hacerlo ante el Rey de los Cielos! En consecuencia, leer nuestras oraciones a toda prisa, de manera que a veces ni la lengua puede mantener ese ritmo, es algo completamente inútil. 

Los versos y los cánticos que se entonan deprisa son como un ruido cualquiera, y quienes cantan o leen apresurados no sólo no obtienen ningún provecho espiritual, sino que también están pecando.

(Traducido de: Sfântul Tihon din ZadonskComoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 48)