Sobre los pensamientos blasfemos
Cuando no hay sensibilidad, los pensamientos blasfemos provienen del orgullo, del juzgar a los demás.
Recuerdo que conocí a un hombre que escupía todo el tiempo. “Está poseído”, decían los demás. Pero él les respondía: “Los que están poseídos no hacen eso”. Tiempo después, supimos que aquel hombre no tenía ninguna culpa, ningún motivo para “estar poseído”. Huérfano desde su nacimiento, a lo largo de su vida había desarrollado una sensibilidad aparte; además, también solía “fantasear” un poco con su mente, lo cual era incitado por el maligno, inspirándole pensamientos blasfemos. Y cuando el demonio le enviaba esa clase de pensamientos, aquel hombre se oponía, sacudiéndose un poco y escupiendo. Quien veía aquella escena, creía que el hombre estaba poseído. ¡Pobrecito de él, tener esa sensibilidad, tratar de “escupir” afuera los pensamientos blasfemos y, encima, qe los demás le dijeran que estaba poseído…!
Muchas veces, los pensamientos blasfemos vienen de la envidia del demonio. A veces, especialmente después de las Vigilias, justamente cuando estás exhausto y no tienes cómo oponerte, el demonio, que tanto obra el mal, te susurra pensamientos blasfemos y, después, para probarte o para arrojarte a la desesperanza, empieza a decirte: “¡Ni siquiera el demonio tiene esa clase de pensamientos! ¡No te salvarás!”. Y puede enviarte pensamientos blasfemos incluso contra el Espíritu Santo, para después decirte que ese pecado no tiene perdón.
Padre, ¿también nosotros podemos generar pensamientos blasfemos?
—Sí, y el hombre mismo puede provocarlos. Cuando no hay sensibilidad, los pensamientos blasfemos provienen del orgullo, del juzgar a los demás. Por eso, cuando practicas el trabajo espiritual y aún así tienes pensamientos de descreimiento, de blasfemia, es que estás realizando tu trabajo espiritual desde el orgullo. La mente se oscurece por causa del orgullo, viene la falta de fe y el hombre se vacía de la Gracia de Dios. O cuando el hombre se ocupa con cuestiones dogmáticas, sin tener esa inclinación, después empiezan los pensamientos blasfemos.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, volumul III. Nevoință duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a II-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 38-39)