Palabras de espiritualidad

Sobre un mundo cuyo centro ya no es Dios, sino la nada

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Nunca antes había reinado en el mundo y en el corazón del hombre semejante caos; pero esto ocurre precisamente porque el hombre se ha apartado de una verdad y una coherencia que han hallado su plenitud solamente en Cristo.

Para decirlo en pocas palabras, todo se ha vuelto discutible. La magnífica seguridad que encontramos en los Santos Padres y en los Santos de la Iglesia, así como en todos los verdaderos creyentes, que relacionan todo, sea con sus pensamientos o con su forma de vida, a Dios, considerando que todo tiene su principio y su final en Él y en Su voluntad, esa seguridad y esa fe que antes unían a la sociedad, al mundo y al hombre mismo, han desaparecido actualmente, y las preguntas cuyas respuestas los hombres encontraban antes en Dios, ahora ya no tienen respuesta en su mayoría.

Por supuesto, también han existido otras formas de coherencia fuera del cristianismo, y otras formas de incoherencia lejos del nihilismo y lo absurdo de lo moderno. Desde esos puntos de vista, la vida humana tiene sentido, o no lo tiene, pero solamente en cierta medida. Por ejemplo, las personas que creen y siguen la concepción hinduista o china sobre las cosas tienen una cierta medida de la verdad y de la paz que viene de la esta, pero no la verdad absoluta, ni “la paz que sobrepasa cualquier mente”, que proviene solamente de la verdad absoluta. Por eso, aquellos que se apartan de esta verdad y de esta paz relativas han perdido algo real, pero no todo, como le ocurre al cristiano apóstata. Nunca antes había reinado en el mundo y en el corazón del hombre semejante caos; pero esto ocurre precisamente porque el hombre se ha apartado de una verdad y una coherencia que han hallado su plenitud solamente en Cristo. Solamente el Dios cristiano es al mismo tiempo poder absoluto y amor absoluto; solamente el Dios cristiano, con Su amor, le prometió la inmortalidad al hombre, y con Su poder de cumplir esa promesa, preparó un Reino en el que los hombres vivirán en Dios y como dioses, después de ser resucitados de entre los muertos. Este Dios, con Su promesa, es tan increíble para el razonamiento humano común, que, a pesar de que antes creían en ella, los hombres que la rechazan no pueden creer más que haya algo que tenga un valor tan grande. El mundo del cual semejante Dios ha sido apartado, el hombre que ha visto extinguirse semejante esperanza, son, en verdad, a los ojos de aquellos que ha sufrido tal desilusión, “absurdos”.

“Dios ha muerto”, “la verdad no existe”; estas dos frases tienen el mismo significado. Ambas son una revelación del absoluto absurdismo de un mundo cuyo centro ya no es Dios, sino la nada. Sin embargo, justamente en este punto, en medio de este absurdo, se observa con mayor facilidad su dependencia de ese cristianismo al que rechaza. Uno de los dogmas cristianos más difíciles de entender y de aceptar para los incrédulos y los anticristianos es el de creatio ex nihilo: la creación del mundo, por parte de Dios, no desde Él mismo, no a partir de una materia ya existente, sino de la nada. Con todo, sin creer en la creación, el absurdista da testimonio sobre su realidad, por el mismo hecho de invertirla y parodiarla. Intenta, de hecho, destruirla, volver el mundo a esa nada de la cual Dios lo llamó al principio.

(Traducido de: Ieromonahul Serafim RoseNihilismul: rădăcina revoluției în epoca modernă, traducere din limba engleză de Dana Cocargeanu, Ed. a 2-a, Editura Sophia, București, 2012, pp. 165-167)