Tal como es la familia, así es el niño
Un niño amoroso se desarrolla en un medio en el que existe amor mutuo. La alegría y la paz espiritual le serán asegurados sólo si estos sentimientos predominan en el seno de la familia.
La naturaleza del niño es una dócil y receptiva al bien. Nosotros, los adultos, necesitamos de un esfuerzo importante para luchar con nuestros vicios; pero, en el caso del niño —en determinadas condiciones— las virtudes se desarrollan fácil y rápidamente.
Uno de los principales factores del crecimiento espiritual del niño, es la imitación de la actuación de los adultos y la obtención de los frutos del Espíritu de Dios, a partir del medio que lo rodea. Así, un niño amoroso se desarrolla en un medio en el que existe amor mutuo. La alegría y la paz espiritual le serán asegurados sólo si estos sentimientos predominan en el seno de la familia.
En él no cabrá ni la mas pequeña duda, si la fe de sus padres es una grande. El corazón del niño será compasivo y sensible al dolor del prójimo, si es testigo permanente —y con los años, también actor— de la piedad y de la generosidad, de la actitud de servicio y compasión por todos los que sufren.
(Traducido de: Nikolaj Evgrafovich Pestov, Cum să ne creștem copiii: calea spre desăvârșita bucurie, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2005, p. 64)