También con el silencio se puede instruir
Existe un “silencio de los apotegmas”, con el cual los ancianos de Egipto hablaban mucho más que con las palabras que nos han quedado de ellos.
Estudiando la diversa temática comprendida en estos “textos espirituales”, Lucien Regnault hace énfasis en un silencio de los apotegmas, con el cual los ancianos de Egipto hablaban mucho más que con las palabras que nos han quedado de ellos. Un “silencio que habla” es el espíritu que se revela más allá del sonido de las palabras.
El abbá Pimeno decía lo siguiente del abbá Nisetro: “Como la serpiente de bronce hecha por Moisés para sanar al pueblo, así era el Anciano: poseía toda la virtud y, sin decir palabra, sanaba a todos”. El abbá Pamvo respondía así a sus discípulos, sorprendidos por el silencio guardado por el anciano durante la visita del arzobispo Teófilo de Alejandría: “Si mi silencio no le es de provecho, tampoco lo serán mis palabras”.
San Antonio causaba una impresión extraordinaria en quienes se le acercaban. Dice su biógrafo que “con solo acercársele, las personas recibían un poder que brotaba de él como del Mismo Cristo”.
(Traducido de: Arhimandritul Nichifor Horia, Duhovnicia Patericului, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 18-19)