¡Tan sólo debemos quererlo, y Dios atravesará cualquier muro que nos separe!
No es Dios Quien deja de vernos y amarnos, sino que somos nosotros quienes dejamos de hacerlo, construyendo, con nuestro pecado, un muro entre Él y nosotros. Y de ese muro nos caen trozos, dejando tan sólo ruinas y desolación a nuestro alrededor.
Toda nuestra vida debemos luchar contra los hábitos de pecado. Estos momentos de amargura, que nos enseñan a no volver a lo que éramos antes, son precisamente un tiempo de fortalecimiento en nuestra salud espiritual. Sólo así podemos llegar a conocer mejor la senda del Señor.
No es Dios Quien deja de vernos y amarnos, sino que somos nosotros quienes dejamos de hacerlo, construyendo, con nuestro pecado, un muro entre Él y nosotros. Y de ese muro nos caen trozos, dejando tan sólo ruinas y desolación a nuestro alrededor.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca ‒ mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, p. 126)