¡Tenemos que aprender a hablar menos!
¿En verdad hay alguien que pueda describir todo el perjuicio espiritual que viene a través de nuestra propia lengua?
No hay nada que cree una confusión tan grande como el hablar mucho (polilogia) y no hay nada más desagradable y que dañe tanto al alma como una lengua sin control. Porque lo que construimos cada día, ella lo devasta (Gálatas 2, 18); lo que juntamos con trabajo, el alma lo malgasta con el prurito de la lengua. ¿Acaso hay algo peor que esto? Es un mal incontrolable (Santiago 3, 8). Entonces, tenemos que ponerle un límite a nuestra lengua, dominarla, para que nos sirva solamente en lo necesario. Y es que ¿en verdad hay alguien que pueda describir todo el perjuicio espiritual que viene a través de nuestra propia lengua?
(Traducido de: Dimitrios G. Tsamis, Patericul Sinaitic, Editura Deisis, p. 215)