Palabras de espiritualidad

¿Tenemos un corazón de madre cuando se trata de nuestro semejante?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Fíjate en cualquier madre buena y juiciosa, en la forma en que ama a su hijo, en cómo le enseña y le aconseja, cómo le ayuda en todas sus necesidades, cómo aguanta durante horas enteras sus desórdenes, y cómo otras veces lo castiga con justicia. Si logras alcanzar tal nivel de amor hacia tu prójimo, ¡feliz de tí!

Esfuérzate en tener, así como dije antes, un corazón de madre hacia los demás y así estarás cumpliendo plenamente con el mandamiento que se te ha dado. Fíjate con atención en cualquier madre buena y juiciosa, en la forma en que ama a su hijo, en cómo le enseña y le aconseja, cómo le ayuda en todas sus necesidades, cómo aguanta durante horas enteras sus desórdenes, y cómo otras veces lo castiga con justicia. Además, muchas veces hace como si no lo ha visto cuando comete alguna falta, disimulando con sabiduría e ingenio, porque a través de todos estos dones se trabaja el amor, como madre y cabeza de todas las virtudes. Valora cómo se alegra la mamá en lo que es útil para su retoño, y cómo se entristece cuando algo le daña, como si todo le sucediera a ella misma. ¡Cuánta dedicación por el bien de su hijo! ¡Con cuánta devoción le pide a Dios por él! Finalmente, todo su cuidado y celo son para él, ausentándose de sí misma, con tal de atenderlo mejor.

Si alcanzas tal nivel de amor hacia tu prójimo, ¡feliz de tí! porque habrás llegado a la cima de esta buena obra. Y si me preguntaras cómo obtener esa forma de amor hacia un desconocido o un extranjero, te respondería que debes ver a tu semejante como creación de las manos de Dios e hijo Suyo, como un miembro vivo de Cristo, así como nos lo enseña tantas veces el divino apóstol: “Porque todos somos miembros de Cristo”.

Por todo esto, pecar en contra de nuestro sejemante es igual a pecar en contra de Cristo, y hacerle el bien es como hacérselo a Cristo mismo. Así, no consideres a tu prójimo una simple persona, sino como al mismo Cristo, o un miembro Suyo, así como ciertamente lo es, no por lo que constituye su cuerpo, sino por la comunión de Su Espíritu y en la grandeza de la entrega. Dice el Señor que considerará toda buena obra hecha con nuestro prójimo, como si con Él mismo lo hubiéramos hecho.

(Traducido de: Agapie Criteanul, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, pp. 294-295)

 

Leer otros artículos sobre el tema: