Palabras de espiritualidad

Tener manos como las de Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¡Qué bien sería que también nosotros tuviéramos las manos de Dios, y que pudiéramos hacer algo por nuestros semejantes, consolándolos, ayudándolos, haciendo todo lo posible por su bienestar! 

Dice nuestro Señor Jesucristo: “Impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (en otras traducciones: “y sanarán”). Se trata no del poder de sanación, porque no muchos lo tienen, sino de un consuelo, un alivio. Con las manos no solamente curamos, no solamente ayudamos. Y aunque no curemos, ayudamos a los demás, a los enfermos, los ayudamos a que se sientan mejor “y a que se pongan bien”. Con nuestras manos consolamos… ¡Dios nos dio dos manos para que se parecieran a las Suyas!

En algún sitio leí algo sobre un médico misionero en África, el doctor Albert Schweitzer. Ayudó a muchas personas en aquel lugar tan lejano, y la gente lo honraba por su generosidad y entrega. En un momento dado, alguien le dijo: “¡Usted tiene las manos de Dios!”. ¡Qué bien sería que también nosotros tuviéramos las manos de Dios, y que pudiéramos hacer algo por nuestros semejantes, consolándolos, ayudándolos, haciendo todo lo posible por su bienestar! Entonces sí que tendríamos las manos de Dios, e “imponiéndoselas a los enfermos, estos se pondrían bien”. Aunque no necesariamente logremos que sanen de sus dolencias, los podemos llenar de alegría, de paz espiritual.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 89-90)