Palabras de espiritualidad

¡Tengamos cuidado de no herirnos con insultos y reproches!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando se encienda la maldad, es mejor callar un poco y esperar a tranquilizarte, y, solo después de haber orado un poco, hablar con tono conciliador y decir lo que creas que es de provecho para ambos.

Los esposos jamás deben permitirse hablarse con groserías, palabras violentas o insultos. Muy a menudo, uno de los peores males que enfrentan los matrimonios es una lengua descontrolada, cuando, encendidos en ira, los esposos se arrojan mutuamente toda clase de improperios. Y las heridas que dejan esas flechas verbales suelen sangrar durante mucho tiempo.

La misma Biblia nos dice lo siguiente: “Las palabras imprudentes hieren como una espada, la lengua de los sabios cura las heridas” (Proverbios 12, 18). Cuando se encienda la maldad, es mejor callar un poco y esperar a tranquilizarte, y, solo después de haber orado un poco, hablar con tono conciliador y decir lo que creas que es de provecho para ambos.

Es mejor disipar toda una sarta de reproches y “sermones”, valiéndonos de una palabra “mágica”: “¡Perdóname!”, la cual, ciertamente, suele ser muy difícil de pronunciar. En general, es importante señalar que el contexto familiar representa las condiciones en las que el hombre aprende a vivir de forma virtuosa. Los esposos tienen que ver en su matrimonio justamente esto: una escuela de vida cristiana. Aunque aprender no siempre sea fácil…

(Traducido de: Cum să ne întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înţelepte pentru soţ şi soţie de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 114)