¿Tengo que pedirle al sacerdote que sea mi padre espiritual?
Algunos se le acercan al sacerdote y le dicen: “¡Quiero que sea mi padre espiritual!”. Pero ¿es esto algo que deba pedirse así? Por ejemplo, a nuestro padre biológico jamás le diríamos: “¡Quiero que seas mi papá!”.
Usualmente, las personas entran en contacto con el sacerdote cuando van a confesarse por primera vez. Raras veces lo hacen, por ejemplo, al asistir a una boda o a un bautizo, o en cualquier otra circunstancia más o menos dolorosa, como la enfermedad o la muerte de algún conocido o pariente.
Muchos de quienes desean salvarse suelen visitar muchas iglesias y monasterios. Algunos de ellos se le acercan al sacerdote y le dicen: “¡Quiero que sea mi padre espiritual!”. Pero ¿es esto algo que deba pedirse así? Por ejemplo, a nuestro padre biológico jamás le diríamos: “¡Quiero que seas mi papá!”. Creo que a nadie se le ocurriría hacer algo así. ¿Por qué? ¡Porque si es tu padre biológico, ya es tu padre! Esto es exactamente lo que sucede en el caso del padre espiritual del cristiano. Si el sacerdote ayuda a la persona a volver a la fe y le ofrece su guía en sus problemas espirituales y terrenales, y también empieza a conducirla al camino que lleva a la salvación, la está ayudando a resucitar de entre los muertos y le está concediendo la vida que necesita para la eternidad. ¿Qué es lo que sigue? Que, si el creyente sigue acudiendo con frecuencia a dicho sacerdote, su relación se hará como la que hay entre un padre y su hijo espiritual. Entonces, no tendrá sentido que pregunte: “¿Puede usted ser mi padre espiritual?”. Porque Dios Mismo lo bendecirá y lo acompañará.
(Traducido de: Îndrumar creștin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov), vol. 2, Editura Sophia, 2009, p. 300)