¿Tiene relevancia lo que soñamos?
El sueño en sí mismo no puede y no debe tener ninguna trascendencia. Así pues, es ridículo y totalmente ilógico el deseo de algunos de ver en las quimeras de los sueños que experimentan, premoniciones del futuro propio o ajeno, o alguna otra interpretación.
Los demonios se valen de los sueños para perturbar y dañar las almas humanas; incluso los monjes inexpertos, cuando se acuerdan de algún sueño, se causan un serio daño espiritual. Por esta razón, es necesario explicar aquí la importancia de los sueños, en lo que respecta al hombre cuyo ser aún no ha sido renovado por el Espíritu Santo.
Al dormir, el estado del individuo es determinado por Dios, para que obtenga el descanso que necesita. Este descanso es tan completo, que, el hombre, en esos momentos de sueño, pierde la conciencia de su propia existencia y entra en un estado de olvido de sí mismo. Durante las horas de sueño, cesa toda la actividad que se hace deliberadamente y con esfuerzo, bajo el imperio de la razón y la voluntad: lo único que permanece “despierto” es esa actividad que es indispiensable para la existencia y no puede ser separada de esta.
En el cuerpo, la sangre sigue circulando, el estómago procesa los alimentos, los pulmones respiran, la piel transpira; en el alma siguen apareciendo pensamientos, figuraciones y sensaciones, pero no de forma dependiente de la razón y el libre albedrío, sino por la acción inconsciente del ser. De tales figuraciones, acompañadas del pensamiento y los sentimientos característicos, se constituye el sueño. Este a veces es extraño, porque no pertenece al sistema de figuraciones y razonamientos voluntarios y deliberados, sino que aparece espontánemante y por su propia cuenta, según las leyes y las necesidades del ser humano.
A veces, el sueño tiene el sello incoherente de los pensamientos y las imaginaciones voluntarias, y otras veces constituye una consecuencia de la disposición espiritual de la persona. De esta manera, el sueño en sí mismo no puede y no debe tener ninguna trascendencia. Así pues, es ridículo y totalmente ilógico el deseo de algunos de ver en las quimeras de los sueños que experimentan, premoniciones del futuro propio o ajeno, o alguna otra interpretación. ¿Cómo podría existir algo que no tiene causa que lo origine?
Los demonios tienen libre acceso a nuestras almas cuando estamos despiertos, pero también cuando estamos dormidos. En este caso, cuando dormimos, nos tientan con el pecado, enredando nuestra imaginación y las figuraciones que ellos mismos fabrican. Del mismo modo, viendo que nos agrada recordar lo que soñamos, se esmeran en hacer nuestros sueños cada vez más interesantes, para atraer nuestra atención hacia tales engaños y, poco a poco, concederles nuestra confianza.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancininov, Despre înșelare, Editura Egumenița, Alexandria, 2010, p. 27)