¿Tienes una fe viva o solamente juegas a tener una vida espiritual?
Muchas veces la vida espiritual es deplorablemente reemplazada con una pantomima de lo que debería ser.
La Palabra de Dios, cuando es implantada profundamente en el corazón, le otorga al alma fuerzas, coraje y la capacidad de enfrentar las tentaciones. La palabra del padre espiritual es, por su parte, como una espada mística que se esmera en extirpar toda iniquidad, provocándole dolor y compunción de corazón a su discípulo, para pedirle una humilde renuncia a la propia voluntad y llenarse de paciencia.
Todos estos requerimientos —la necesidad de sacrificio, paciencia y humildad— se convierten, para muchos, acostumbrados a una vida de placeres, en un obstáculo para su crecimiento espiritual, y la cruz redentora que cada persona debe asumir conscientemente y con amor —porque es la única que nos puede ayudar a apartarnos de las cosas del mundo—, es rechazada como si fuera una carga imposible de llevar.
De este modo, venerando y cantando —solamente de forma— a la Cruz y a la Pasión de Cristo, que nos trajo la salvación, el hombre elude con destreza e ingenio su propia cruz personal, misma que habría redimirle.
Por esta razón, muchas veces la vida espiritual es deplorablemente reemplazada con una pantomima de lo que debería ser. Este juego, gestando un sinnúmero de nociones falsas sobre lo que es la vida espiritual, comienza a inundar el mundo con una rampante pseudo-espiritualidad. Tristemente, a la Iglesia le resulta cada vez más difícil enfrentar esta calamidad contemporánea que, “respondiendo” a las expectativas interiores de los individuos, los desvía del camino redentor de la Cruz y de la unión con Dios, para empujarlos a la búsqueda del propio yo, mismo que crece en el alma y se convierte en un muro entre el hombre y el Creador.
(Traducido de: Arhimandritul Ioan Krestiankin, Povăţuiri pe drumul crucii, Editura de Suflet, Bucureşti, 2013, pp. 16-17)