Todo depende de la voluntad de Dios
“¡He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra!” (Lucas 1, 38). Tal debe ser la obediencia del hombre. No se trata de un asunto de disciplina, sino de un “sí”, de un “amén” lleno de amor y sumisión, rebosante de confianza en Dios.
En lo que respecta a la pregunta: “¿Quién puede ser monje?”, diría: “Nadie”. Bueno, yo, en ningún caso. Y, diciendo esto, estoy hablando nuevamente para ti, alma: “Nadie puede ser monje”. Pero vuelvo al punto inicial: ¡si así lo quiso Dios, que se haga Su voluntad!
Y nuestro mayor ejemplo es la Madre del Señor, cuya reacción, cuando el ángel vino a decirle que en su virginidad sería la Madre del Dios encarnado (¿quién podría creer algo así?), después de haberse convencido de que todo era cosa de Dios, fue decir: “¡He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra!” (Lucas 1, 38). Tal debe ser la obediencia del hombre. No se trata de un asunto de disciplina, sino de un “sí”, de un “amén” lleno de amor y sumisión, rebosante de confianza en Dios, Quien, en palabras de San Juan, “de las piedras puede dar hijos a Abraham” (Mateo 3, 9). Es decir: “Señor, toma esta piedra que soy yo. ¡Haz de mí lo que quieras!”.
(Traducido de: Celălalt Noica – Mărturii ale monahului Rafail Noica însoțite de câteva cuvinte de folos ale Părintelui Symeon, ediția a 4-a, Editura Anastasia, 2004, pp. 89-90)