Todo momento es propicio para llamar a Dios
“Porque de Él y por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Romanos 11, 36).
En los campos, los huertos, las praderas, los bosques y las montañas, los labriegos, con sus herramientas de trabajo en mano, elevan la mirada al cielo y, con un sencillo movimiento, al igual que desde sus corazones, le muestran a sus hijos donde está Dios. Los más necesitados llaman a Dios para que los libre de sus privaciones y carencias. Los moribundos, al luchar contra la muerte, claman a Él, Quien es la Vida y la Resurrección de todos los buenos fieles. Los viles le temen, en tanto que los generosos lo ensalzan. Los reyes y los emperadores de este mundo le presentan sus coronas y cetros, mientras las legiones de soldados lo invocan para vencer.
En la victoria se le glorifica, mientras que los sometidos, los vencidos y los caídos imploran Su misericordia. En todo momento, lugar y circunstancia, Dios es llamado por los hombres y por toda la naturaleza, para que venga con Su ayuda. Y ¿cuál es la razón de todo esto? Simplemente, porque en Él tenemos vida, movimiento y existencia (Hechos 17, 28). “Porque de Él y por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Romanos 11, 36).
(Traducido de: Protosinghelul Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 25)