¡Tomemos esto en cuenta al empezar a orar!
Los Santos Padres dicen que si al orar no nos sentimos como los condenados a muerte, es que nos parecemos al fariseo de aquella parábola evangélica y en vano clamamos al Señor.
¡No creamos que, cumpliendo con exactitud y literalidad nuestro canon diario de oraciones, ya estamos haciendo algo importante! Todo el valor del canon y de cualquier otra oración radica en la compunción del corazón y en vaciar nuestro corazón ante Dios. Los Santos Padres dicen que si al orar no nos sentimos como los condenados a muerte, es que nos parecemos al fariseo de aquella parábola evangélica y en vano clamamos al Señor.
Luego, al orar debemos sentirnos como si nos halláramos ante el estremecedor Juicio, esperando que Dios pronuncie la sentencia definitiva que nos corresponde: “¡Venid!” o “¡Apartaos de Mí!” (Mateo 25, 34, 41). En todo caso, evitemos los automatismos y el cumplimiento mecánico de nuestra regla de oraciones. Debemos ser, por decirlo de alguna manera, dueños de nuestro canon de oraciones, no sus esclavos. ¡Sólo a Dios debemos servirle, dedicándole nuestra vida a cada instante y esforzándonos en serle agradables con cada una de nuestras acciones!
(Traducido de: Sf. Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, Editura Egumenița, p. 79-80)