Palabras de espiritualidad

Tres clases de pensamientos

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

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Partiendo de los pensamientos “comunes”, el hombre puede alzarse a los pensamientos angélicos, que lo acercan más a Dios.

¡Cuántas almas hay en este mundo, sometidas a una permanente agitación por causa de toda clase de pensamientos! Y lo que las perturba no son realidades ni pensamientos exteriores, sino sus propios pensamientos, su propia ignorancia, su propio olvido de Dios.

Hay individuos que exageran tanto, que llegan a afirmar que no hay un solo instante en el que el hombre no peque. Esto no es cierto. Aunque, al orar, sintamos que a nuestra mente vienen pensamientos completamente ajenos a nuestro estado de recogimiento —porque justamente al orar se manifiestan las pasiones que hay en nuestro interior—, esto no significa que todos los pensamientos ajenos a la oración sean viciosos.

En el tomo I de la Filocalia, en los textos de Evagrio Póntico, se nos explica que los pensamientos son de tres clases: pensamientos angélicos, pensamientos humanos y pensamientos demoníacos. Los pensamientos demoníacos son aquellos que están atados a las pasiones, es decir, pensamientos que brotan de las pasiones y que nos muestran como sujetos viciosos. Los pensamientos humanos son esos que no son ni buenos ni malos, sino en un camino intermedio. Por ejemplo, puedes pensar en el agua tanto si estás sediento como si no tienes sed; o puedes pensar en el oro con la mente llena de codicia, o sin desear poseerlo. Quien piense con pensamientos indiferentes tendrá pensamientos mundanos, en tanto que quien piense en las cosas buenas y la relación que estas tienen entre sí y con Dios, ese tendrá pensamientos angélicos. Así, por ejemplo, pensará en el oro, pero glorificando a Dios por haber creado cosas tan bellas. Esos son los pensamientos angélicos. Por lo tanto, de los pensamientos “comunes” el hombre puede alzarse a los pensamientos angélicos, que lo acercan más a Dios.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 65)