Tres palabras que apartan todo mal
El solo sonido de estas palabras pronunciadas con perseverancia, así sea en voz alta o casi calladamente, es suficiente para que todas las huestes de espíritus inmundos se estremezcan y huyan aterradas.
En momentos de prueba y tribulación, cuando el corazón se ve acechado y atormentado por pensamientos de duda, por una extraña debilidad espiritual o por el descontento, tenemos que tratar de repetir, continuamente, sin prisa y con atención, las palabras: “¡Gloria a Dios!”.
Quien, con la simplicidad de su corazón, crea en este consejo y lo ponga en práctica cuando sea necesario, verá el prodigioso poder de la glorificación de Dios. Entonces, podrá gozarse de obtener un conocimiento nuevo muy provechoso y un arma poderosísima en contra de los enemigos que nos atacan por medio de los pensamientos.
El solo sonido de estas palabras, pronunciadas cuando una gran multitud de pensamientos de tristeza y desidia nos atacan, el solo sonido de estas palabras pronunciadas con perseverancia, así sea en voz alta o casi calladamente, es suficiente para que todas las huestes de espíritus inmundos se estremezcan y huyan aterradas.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvinte către cei care vor să se mântuiască, traducere de Adrian si Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2000, p. 52)